Entonces me dijo "primero hay que comprender la propia trinchera", la miré y dije que si. Siempre hago eso, siempre que hablo con ella termino haciendo eso. Y es que la verdad hay pocas personas que digan, seguidamente, tantas cosas ciertas.
Después de leer tanto sobre la guerrilla, y seguir sin vivirla, uno queda con un saquito en el alma que a veces se abre y destroza. Se abre y se cierra dependiendo la situación, por que cuando se trata de sobrevivir y pasar simplemente se actúa. Y es que eso es la vida diaria. Llega a ser, simplemente, sobrevivir y cumplir con lo necesario. Sin embargo, cuando se deja de hacer eso y se empieza a reflexionar, se abre el saquito y uno puede quedar muy soprendido con lo que se encuentra ahí. A veces sonries, otras, lloras.
Y lloras en la pesera, en la cama, en la regadera, con el novio, con el hermano. Lloras por que te das cuenta de que la vida no vale nada. Lloras por que te das cuenta de que la vida vale tanto que se desaprovecha. Lloras por que no entiendes lo que en realidad es la vida. Lloras por que no hay más que hacer. Lloras por que hay demasiado que hacer y poco tiempo para cumplir. Lloras por que el idealismo pocas veces a triunfado. Lloras por que en realidad hay que sentar cabeza y dejar de soñar. Lloras por que tu vida es minúscula. Lloras por que sientes la responsabilidad de hacer algo enorme de tu vida. Lloras por que amas a la humanidad. Lloras por que odias a los humanos.
Y así podría pasar uno la vida, llorando por lo bello y lo bueno. Llorando por lo real y catastrófico. Pero entonces, uno debe empezar por entender la propia trinchera.
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